Anécdotas
El concepto del amor
En una fiesta de reunión con varios profesionales de diferentes especialidades, un abogado, médico, arquitecto, profesor, biólogo y un sacerdote. Era una reunión de excompañeros del colegio de Pumacahua, donde después de un banquete, tomaron cerveza y conversaron de diferentes temas. La conversación partió de las remembranzas de la época colegial, de los apodos, de las anécdotas, de los profesores, etc., pidieron todo tipo de música en el restaurante, vino una rueda de chistes algunos colorados, al final empezaron a filosofar del concepto del amor.
Se levantó el cura y dijo: —Basta de tonterías, ahora quiero que me digan qué es el amor, quiero el concepto.
Se levantó el abogado y dijo: —Para mí el amor es una ley dictada desde el corazón del hombre.
Seguidamente se levantó el matemático y dijo: —Para mí el amor es la unión de dos personas, la suma de deberes, la multiplicación de los derechos y la división de las responsabilidades. El éxito viene a ser la suma algebraica de los aciertos y los fracasos.
El turno le tocó al arquitecto quien dijo: —Para mí el amor es como un edificio, primero se escoge el terreno, luego se proyecta para construir con una base sólida, se construye el edificio lleno de vida y de esperanza, con una duración para toda la vida.
En seguida se levantó el biólogo y dijo: —Sencillamente el amor para mí es como una plantita que si se echa el agua crece y florece y si no tiene agua se marchita.
El turno le tocó al cura y dijo: —Queridísimos hermanos, para mí el amor es divino, Cristo les ama, el mandamiento principal de la cristiandad es el amor al prójimo, solamente con la unión y el amor la humanidad se acercará a Dios. Por eso os pido a todos que nos amemos unos a otros, dejemos el odio, el rencor y así viviremos como desea nuestro padre en paz, prosperidad y salud, gracias.
Al último le tocó al médico, quien sonriente dijo: —Para mí el amor es una enfermedad. Todos murmuraron y dijeron al unísono: ¿Por qué?
—Porque siempre termina en la cama.
—Jaaaa…ja…ja…ja…ja…ja…ja…. Ja…….
No Me Someto Al Interes Pe..Culiar
Corría el año 2007 y ocurrió la siguiente conversación en el servicio de medicina C HRC.
José (dermatólogo) dijo: Compré los equipos de rayos laser con 60,000 dólares y ayer hice la primera terapia y gané 15,000 soles en un solo día, pienso que a este ritmo pagaré mis deudas en seis meses, aunque tengo que sacrificarme trabajando todo el día.
Mari Tere dijo: Para las amigas tiene que ser gratis
José: Si puede ser gratis, pero siempre corre el interés
Mar tere: ¿Y como es el interés?
José: Algo pe…culiar
Mari Tere: No me someto al interés peculiar o tal vez, quien sabe, pero mejor prefiero pagar los mil dólares por cada sesión constantes y sonantes
José: mas te vale
Mari Tere: ¿Y al jefe le puede hacer el implante de cabello?
José: Ese misio que va a pagar
Jaaaa…………..ja…ja…ja…ja……………
Las Tres Grandes Mentiras
Cuando fui sorteado en programa de SERUMS para Hospital IPSS Abancay, hace ya varios años, tuve la suerte de salir el tercero, tenía para escoger las sedes de Quillabamba, Abancay y otros sitios, opté por Abancay porque decía hospital, ya que el resto eran centros de salud. Partimos pasado mediodía de Cusco en una camioneta junto con el gerente y un serumista abanquino. Todo el trayecto era pista hasta el puente “Cunyaq” sobre el río Apurímac límite entre los dos departamentos, el amigo me dijo: ¿eres cristiano? Sí – respondí- entonces persígnate ya estas en Apurímac –me replicó- . La carretera angosta sin asfaltar en aquel tiempo subía por el cerro en zigzag hasta que me percaté del precipicio hacia el gran río, era una carretera tan peligrosa, sentí miedo al mirar hacia abajo que me parecía mirar desde las nubes hacia el infierno, una falla de dirección llevaría a convertirse en un avión sin alas hacia la muerte. Más tarde oscureció y me arrepentí de haberme escogido Abancay, hasta que por fin llegamos a la cima de un cerro de donde se divisaba la ciudad de Abancay, me alegré, la bajada en zigzag interminable, pensé llegar en solo minutos y duró casi dos horas. Llegué a la ciudad y me hice amistad con un joven quien era jefe de personal del Hospital IPPS Abancay me alojó y al día siguiente fui a la dirección del hospital, donde tuve la sorpresa de cambio de sede a Andahuaylas, puesto que me desplazó el otro serumista abanquino, me quedé algo decepcionado de estar lejos de Cusco a doce horas de viaje, con el amigo fuimos a tomar gaseosa a la tienda, me consoló diciéndome que era una ciudad bonita, extensa, más tranquila y que tenía un aeropuerto. En eso apareció su amigo y él quiso ocultarse, vino a la puerta y le llamó de su nombre y le dijo ¡y cuando me pagas lo que me debes! Y le respondió – mañana te pago sin falta-, – pero hasta cuando estarás con la misma respuesta- replicó-; vuelve a la mesa y seguimos tomando y me dice, sabe Ud. doctor ¿Cuáles son las tres grandes mentiras?, curioso le dije – dime cuales son- y me respondió: La primera es “mañana te pago”, la segunda, “la última copita” y la tercera que es aún más mentira, “solamente la cabecita”.
El Arrivederci De La Interna De Medicina Esperanza
Hace varios años en el Hospital Regional del Cusco, había una interna de medicina llamada Esperanza, una joven de buena presencia, blanca de cabello castaño y delgada que hizo una historia en el hospital. El internado de medicina consta de cuatro rotaciones de tres meses por un año. La carrera de medicina es larga y sacrificada. Se necesita mucho estudio, privaciones de fiestas, amanecidas, las prácticas son emocionantes y estresantes. El internado de medicina es una etapa muy importante, es una práctica preprofesional con dedicación completa en el hospital. Por la mañana tiene que ir muy temprano antes de las seis, y por la tarde la salida es después de las cinco.
La interna de medicina solía coquetear con los residentes y asistentes. Era curiosa y observadora. Había rumores de romance que hablaban entre ellos. Cierta vez estaba gritando en el pasadizo:
- ¡Un chico me miró y me dijo que si yo ayudaría en su tesis!
- ¡Era un chipo guapo!
Emocionada y alborotada caminaba en los pasillos de medicina C. Pasó a medicina A, después de dos semanas escuché que salían a comer en grupo formado poe el Dr. Henry, la interna Esperanza, la resienta Gise, y tres internas y un interno. Salían mediodía a comer ceviche. Las salidas se hicieron muy frecuentes hasta que había el rumor de que estaban chapando el Dr. Henry y la interna Esperanza.
Un día feriado la interna Esperanza faltó, y la residente en vano llamó por su teléfono a la Esperanza, ya que lo tenía apagado. Al día siguiente increpó a la interna. Ella se quejó al Dr. Henry quien desautorizó a la residente por haber llamado la atención a la interna. El grupo dejó de estar en armonía.
Los chismes vienen y van, cuchichean los internos, comentaban del romance intrahospitalario, de las salidas sin retorno, etc. Un residente de cirugía vino a evaluar a un paciente en el servicio de medicina C, miró a la interna Esperanza y dijo:
—Esa interna parece media pendeja, cuando llegue a Cirugía voy a castigar.
Hubo el cambio de rotación. Los internos de medicina pasaron a cirugía. El Dr. Henry por las tardes llevaba a la interna a su servicio para que le ayude. Ya era altamente sospechoso cuando veían frecuentar en medicina a la interna y en cirugía al Dr.Henry, en ambientes que ya no les correspondían.
Un día a las seis de la mañana, la interna Esperanza estaba parada en la puerta del servicio de cirugía, no dejando entrar a los residentes e internos, aduciendo que estaban limpiando el ambiente. Cuando un residente sin hacer caso ingresó violentamente vio al DR.
Henry evolucionando a los pacientes de cirugía, como si fuera un interno de medicina. El residente disimuladamente vio a sus pacientes mirando de reojo al doctor, que escribía rápidamente en las historias clínicas. El Dr. Henry era un médico especialista y docente universitario, adulto joven, de buena presencia, irradiaba consideración y respeto en los servicios de medicina. Atento los internos de medicina presentaban a sus pacientes, mientras él evaluaba al paciente minuciosamente, llamando la atención al interno por mínimo detalle de falta o error. Preguntando sobre los términos y definiciones médicos que dejaba sin habla al interno. Parecía ser soberbio, apenas saludaba a sus colegas. Sus alumnos de la universidad decían que era el más estricto, cerraba la puerta a hora exacta, tanto en las clases como durante los exámenes, sabía bastante y enseñaba bien.
Contra todo pronóstico la interna Esperanza lo volvió al doctor en un manso palomo. Mientras que los internos de medicina y residentes evolucionaban y hacían las historias clínicas a sus pacientes del DR. Henry, él hacia lo mismo a los pacientes de cirugía solo que fuera de la hora, para no ser percibido. Era un ser esclavizado por la interna Esperanza que lo tenía en sus redes del amor. El doctor estaba en cautiverio, ofuscado por el amor a una tierna interna de medicina.
Cierto día, el residente de cirugía cumplió su deseo de castigar a la interna. El castigo consistía en que se quedara fuera de la programación en la guardia de día o noche en emergencia. Lo cual no le gustó a la interna y se quejó a los jefes. Vino el jefe del departamento de cirugía e increpó al residente.
—¡Cómo es posible que castigues a la interna Esperanza sin mi conocimiento! —exclamó el jefe.
—Es que llegó tarde y no terminó de hacer la evolución —respondió el residente R1
—No era necesario, y ahora tu estas castigado, mañana en la noche estoy de guardia —ordenó el jefe.
Poco después acudió Dr Fredy y sugirió no castigar a la interna.
—No seas malo y ¿por qué le estas castigando a la Esperanza? —preguntó Dr. Fredy
—Ya expliqué a mi jefe, vino tarde y no terminó de evolucionar a su paciente —respondió residente R1
Mas tarde vinieron médicos de diferentes servicios reclamando del castigo, vino el ginecólogo refiriendo que pobrecita ella no merecía ser castigada, de igual manera vino el residente de pediatría, pidiendo que se reconsidere su castigo. Ambos sugirieron de buena manera, sin saber que el residente R1 de cirugía ya estaba castigado por castigar a la interna Esperanza. Ella con su astucia no llegó a ser castigada. Los residentes ya sabían que ella era una interna impune.
El Dr. Henry tenía su esposa y su hijita, al parecer le contaron a la señora que su esposo estaba sacando la vuelta con una interna de medicina, por lo que fue a buscar y hasta que encontró en el servicio de emergencia.
—¡Oye conchuda! —gritó la señora—, tu te has metido con mi marido, yo soy casada, ¡aléjate tentación!
La señora trató de acercarse a la interna con un ademán de darle un manotazo. En esos momentos apareció el Dr. Henry llamando a la calma, se paró al medio y protegió a la interna que estaba asustada. Sorprendida y lleno de ira la señora se quitó el anillo y le arrojó al doctor.
—¡Nunca más, adiós hombre malvado! —gritó la señora y se fue.
Al terminar el internado médico, la Esperanza que estaba en romance tuvo la facilidad de escoger, mejor dicho, de recibir un tema de especialidad de nefrología. El doctor cual un estudiante redactó la tesis universitaria en unos cuántos meses. Lo hizo, a pesar que la elaboración es compleja y laboriosa. Al final ya contaba con su tesis bien hecha. Presentó y se graduó con éxito. Al parecer no fue invitado a su graduación, llamando la atención a sus amigas de la interna. Obtuvo el título de médico-cirujano. Al día siguiente cancelo el contacto telefónico con el doctor Henry. Él estuvo preocupado y angustiado, al ver que no le respondía por teléfono celular, fue a buscar a su casa. Agitado y ansioso tocó la puerta de su casa, el timbre, hasta que la Esperanza abrió la ventana y le gritó:
—¡No te conozco! ¡Adiós!
—¡Corre vete!
—¡Arrivederci!
Y cerro la ventana. El pobre hombre ofuscado sin rumbo caminó y dijo: —No me queda nada, me divorcié de mi señora, mi novia me desconoce y me despide, y justos me despiden de mi trabajo.
—Quisiera suicidarme. Pero no, la vida continua, resucitaré de mis cenizas de nuevo como el ave de Fénix —reflexionó el doctor
Su amigo le aconsejó: —Hombre, nunca pierdas la cabeza por un rabo.
CONSULTORIO DEL INFECTÓLOGO
El infectólogo en su consultorio conversa con la enfermera técnica que traía las historias clínicas de los pacientes.
—El paciente de VIH que pase —dice el doctor a la enfermera—, que espere el paciente de sífilis.
—Doctor la paciente es la primera que le está esperando —dice la enfermera.
—No, al final que pase la de flujo blanco.
—¿ y el paciente con el priapismo?
—después.
En esos momentos llega una paciente alta con boca pintada y anteojos caídos, llevando una cartera de cuero. Se acerca al consultorio y toca la puerta.
—Doctito necesito atención, porque ya no aguanto, aunque sea al último. Por favor un cupo adicional.
—No, mañana te atiendo —le dice el doctor—, y cierra la puerta
El médico atiende a los pacientes según la lista programada.
—Doctor, la paciente de anteojos le sigue esperando.
—¿Esa ninfómana sigue esperando? —pregunta el doctor haciendo una mueca de disgusto.
—Si.
—Ohhh…. ya no estoy para esas cosas, yo ya soy viejo y calvo —se queja el doctor.
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